El conductor del programa "La venganza será terrible", con quien
conversáramos hace pocos meses, vertió varios conceptos sobre su obra, su óptica del arte y la vida en una entrevista con Infobae.
Dolina afirma sentirse escritor, aunque ponga "empleado" cuando le preguntan su profesión al rellenar papeles para salir del país. "Desde chico me preparé para ser eso (escritor) más que para cualquier otra cosa. También me preparé para la música, pero lo hice mucho mejor para escribir. ¿Cómo se prepara uno para escribir? Leyendo. Y aprendiendo algunas destrezas que pueden ser trasmitidas bajo la forma de preceptos. Y aún hoy lo sigo haciendo", afirma.
Entre sus obsesiones, Dolina aclara: "Las cosas que yo escribo siempre están relacionadas con el amor y la muerte, y últimamente también con la perplejidad de que al universo no le importa mucho todo esto. Esa indiferencia estelar produce, entre otras cosas, que no sea muy distinto ser una persona que otra. La desesperación de saber que somos sustituibles forma parte de mis temas obsesivos".
En cuanto a las influencias, cita a "Dante, Borges, Miguel de Unamuno, los rusos y acaso Chesterton. Y últimamente, ciertos ensayistas que han examinado las formas del discurso y de la escritura, como (Michel) Foucault y Roland Barthes".
El paso del tiempo también regresa como uno de los temas obsesivos de su literatura: "El carácter sustitutivo de la existencia también obedece al tiempo. Después de todo, nos vamos sustituyendo a nosotros mismos: estos que somos hoy pues no se parecen mucho a los que éramos hace algunos años (...) Yo quisiera no morirme, pero bueno... En tal caso, el único consuelo posible es morirse con despacho en disidencia. Existiendo la muerte, mal puede uno existir sin angustia".
"En mi modestísima literatura no hay una nostalgia deliberada y puntual", aclara Dolina. "Todos llevamos una mera nostalgia, pero que no es la nostalgia de una pizzería que han demolido, sino que es más profunda y terrible: la de saber que no somos dueños del tiempo, que la muerte es irreversible y que lo que perdimos no lo hemos de recuperar... El arte es el hijo de la falta, del "no tener". La gran poesía aparece siempre cuando algo falta, cuando se ha perdido un amor, un afecto, una causa, una sed de justicia, la juventud, la fortuna".
El humor, tan presente en los textos y programas de Dolina, es para el autor una forma para "disimular ciertas incompetencias. Yo a veces siento que lo que escribo se parece al melodrama, que es demasiado macarrónico, entonces -para evitarlo- está el humor".
La charla deriva luego hacia la terapia psicológica (un tópico recurrente en el programa de Dolina, particularmente con su compañero Gabriel Rolón psicólogo- como centro de las chanzas). El escritor admite haber estado en terapia algunas veces en su vida, pero entre todas ellas no suman un año".
"No sé si creo en el psicoanálisis y tal vez por eso no me analicé de una manera consistente y continuada", explica. "Voy a mis sesiones de análisis con la misma falta de fe con la que voy a las brujas".
"Respeto el psicoanálisis, pero no sé si es ciencia; a lo mejor es arte, es un sistema de rimas, alegorías y metáforas que sirve para leer el arte, para disfrutarlo, para interpretarlo, pero no para curar la ansiedad", culmina.
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