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ENTREVISTA DOLINA IV

El hombre que se ríe en serio


El conductor, actor, escritor y hasta músico que lleva veinte años con su programa radial habla de lo que significa para él perdurar, de su "pésima" relación con la TV, y de sus seguidores.
Más que hablar, Alejandro Dolina dice cosas. Todo el tiempo. Cada pregunta es seguida de un silencio que la subraya y de una respuesta que abre nuevos horizontes. Y sobreviene la tentación de la repregunta, sucesivamente.


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Entonces, cuando le consultan sobre la vigencia, hablará del carácter pétreo de la perduración, de la muerte y del tiempo que aniquila. Y para describir su insomnio rebelde, se referirá a aquel ensayo de muerte con el que Calderón de la Barca definió al sueño. Siempre con una dicción perfecta y radial y mirando al horizonte del living de su señorial casa en Núñez, en el que habitan clásicos de la literatura y un piano de cola.

El hombre nacido en Morse (Buenos Aires) puede ser definido de varias formas: escritor, músico, cantor de tangos, contador de leyendas y filósofo barrial. Y creador de un programa inclasificable: La venganza será terrible (de lunes a viernes, de 0 a 2, por Continental), que lleva 20 años ininterrumpidos al aire, si se suma su antecedente Demasiado tarde para lágrimas.

Transmitido en vivo desde el hotel Bauen, el programa lidera el rating de la medianoche y convoca en cada emisión a unas 300 personas. "Reunimos a 100 mil personas por año", calcula. Y no exagera. Es noche de viernes a la hora de los zapallos y las carrozas. Una cuadra y media de cola arranca en la puerta del hotel. Es el día de mayor convocatoria. Pibes de 20 años con sus novias, padres con sus hijos y mujeres de todas las edades esperan que den sala, como en un teatro.

Durante dos horas, Alejandro Dolina —junto a sus coequipers Gabriel Rolón y Guillermo Stronatti— logrará un silencio absoluto con la difusión de un dato sobre los milagros o la mitología y des pertará carcajadas con las más delirantes situaciones de humor, como por ejemplo "Qué regalarle a su mascota en el Día del Animal" o "Cómo quedar como una fina usted que es una bestia".

A pocas horas de viajar a España, donde presentará su último libro Bar del infierno, este ex estudiante de derecho y publicista cuenta cómo prepara su programa, la lucha con el insomnio, la pésima relación con la TV y el agradecimiento al ciclo que "alguna vez me dio una novia".



Llevás 20 años ininterrumpidos en la radio. ¿Qué sensación te despierta esto de perdurar?

La perduración está asociada con una idea pétrea de falta de cambio. Lo que perdura no cambia y el precio del cambio es la muerte o la aniquilación. En el caso del programa, me gustaría pensar que el que hacemos hoy no es el que hacíamos antes. Lo que perduró es el horario y la costumbre, pero los ciclos son bien distintos porque afortunadamente no soy el mismo. Yo le tengo miedo a la perdurabilidad como sinónimo de instalación en escalafones, seguridades, garantías y avales que no tengo. El programa se parece más a una persona, que sólo por cuestiones legales se sigue llamando igual, pero nunca es el mismo.

¿Cómo preparás el programa?

La parte inicial es una charla de divulgación sobre historia, filosofía y mitología, por dar tres grandes tópicos. Los temas están contagiados por mis lecturas del momento. Si éstas andan por la China, entonces habrá muchos chinos en el programa. La segunda parte no tiene preparación. Usamos viejos artículos de revistas femeninas como punto de partida, disparadores de situaciones humorísticas.



Una característica singular del ciclo, además del contenido, es su carácter teatral. ¿Es "La venganza..." una obra de teatro pasada por radio?

El programa tiene mucho más de teatral que de radial. Primero, porque lo hago para los que están presentes. Y los que no vinieron sienten que se están perdiendo algo que pertenece al código teatral. Además, en el lugar hay una energía que Dubatti (Jorge) llama "convivio" teatral, que es la unión entre el artista y el público. Pese a que la comunicación sucede, la presencia de la radio es muy lunar.



A "La venganza..." le quedan incómodas las ternas de los Martín Fierro. ¿Es un programa inclasificable?

No somos un ciclo humorístico ni de interés general. Sin embargo, muchas veces nos ponemos exigentes con la definición que los demás dan de nosotros. No somos el centro del mundo. Somos un programa de la noche como cualquiera. Uno no tiene ningún derecho a creerse un caso particular.



¿Qué escuchás cuando escuchás radio?

Muchas cosas y diferentes. Algunas por gusto y otras por curiosidad antropológica. Escucho tangos, música clásica, una audición de San Lorenzo y a los pastores de Radio Rivadavia; en este último caso lo hago con curiosidad y temor. Dentro de un vacío de pensamiento, la radio es afortunada. Es un medio barato y, a veces, se permite la heterodoxia y la complejidad. En la TV eso nunca pasa.

La relación de Dolina con la televisión no es precisamente de amor. "La idea artística y de pensamiento que profeso no tiene nada que ver con los códigos de la televisión, que no estoy interesado en calificar. No sé si son abominables o no", dice con desinterés. Pese a eso, en 2003, insistió en Canal 7 con Bar del infierno, que sólo duró tres meses al aire.



¿Por qué no te va bien en ese medio?

Me gustaría hacer algo, pero no lo que ellos quieren. Bar del infierno fue un buen programa que la TV bien podría haber soportado, pero no lo hicieron. El área de medios del Gobierno es lamentable; quisieran tener en canales oficiales a personajes como Tinelli. Si hoy fuera a ofrecerme, no tendría entrada ni al último canal de cable.



¿Seguís sufriendo de insomnio?

Menos que antes, porque me faltan las horas para ser insomne. Estoy ocupado hasta las tres de la mañana y me instalo en víspera de la cama a las cuatro. Mi solución para el insomnio fue el programa. Desde chico, dormir siempre fue para mí una mala noticia. Sentía fastidio de que las actividades se terminasen y que los seres queridos se eclipsaran por un rato. De adolescente, directamente no podía dormir. La noche me parecía ciertamente un ensayo de la muerte, como dice Calderón.



Además de un momento en el que todo es enfático.

Claro. El insomnio gesta casi una ética y una estética. En la alta noche, todo es enfático. Los odios crecen, el que está solo está más solo y el que sufre lo hace con más intensidad. Crecen los fantasmas de promesas que no se cumplen. Todo es más apocalíptico.



"Crónicas del ángel gris" lleva vendidos 500 mil ejemplares, todo un récord en Argentina. ¿Te duele que cierto establishment literario no te reconozca?

Sí, me duele porque son injustos. Pero más crueles fueron algunos medios, que me calificaron como un escritor mediático. Me gustaría saber desde qué superioridad me ignoran. En los ámbitos académicos tengo más suerte. Mis libros se citan en las escuelas secundarias y en la universidad. Y en la Feria del Libro, además de la convocatoria, fui visitado por Adolfo Bioy Casares, que me favoreció con su admiración y amistad. Esa actitud paga la actitud de cierto foro, que me prefiere simpático y decidor, pero no escritor.



Tu programa y tus libros tienen una legión de fans. ¿Cómo te llevás con ese fanatismo?

Puedo decir con orgullo que la relación con ellos es intensa. Hay personajes de los medios y de la cultura que son mucho más exitosos y populares que yo y, sin embargo, no tienen una relación tan fuerte con su público. Dado ese impacto, me tendría que ir mejor, pensando en parámetros burgueses. La última vez que fuimos a Rosario convocamos a 14 mil personas, una cifra que no es usual para lo que yo ofrezco. Observar a esa gente en silencio escuchando un dato de la mitología de Japón es de lo mejor que me pasó. Ese silencio es más poderoso e intenso que un aplauso, que puede ser hijo del afecto o de la generosidad. El silencio es una decisión personal. Además, en estos años nacieron amistades y relaciones con gente que trabajó conmigo...



¿Y novias?

Sí. Por qué no decirlo. Uno se ha puesto de novio también. ¿No le parece que debo estar agradecido de hacer este programa?

SAB 29.04.2006

ESPECTALUCOS

http://www.clarin.com/diario/2006/04/29/espectaculos/c-01011.htm

Diego Jemio ESPECIAL PARA CLARIN




Fue el periodista Jorge Novoa quien deslizó, en una redacción de la calle Sarmiento, el dato como una contraseña: Dolina y Castelo, de una a tres de la mañana, por Radio El Mundo. Ese delirio, que después pasó a la medianoche, fue para muchos un jarabe contra el insomnio. A la semana, salía la primera nota del ciclo que ahora es histórico. Se llamaba, entonces, Demasiado tarde para lágrimas y sostenía el aliento que aún perdura: un desafío a los dados con los oyentes, sombras chinescas, un sordo pianista que respondía a los pedidos trasnochados. Dolina estaba perplejo con tanta repercusión. "¿Es cierto que al programa lo escuchan en las borracherías?", preguntó, contento.

Ya famoso, después de un traspié televisivo, aceptó una invitación para una entrevista a una hora incierta para él, las 11 de la mañana. Con Enrique Pinti habló durante horas sobre sobre el humor de los argentinos. Citó a Macedonio Fernández: el humor es sorpresa intelectual. Y explicó, barrial y ameno. "Una pedorreta en una despedida de solteros, con gente entrada en copas, no suma. Ahora, una pedorreta en un velorio...". Dolina llevó adelante el sueño de cualquiera: trabajar nada más que dos horas por día.
No le queda género sin tocar


Televisión: "Mi relación con la TV es pésima", suele decir. Sin embargo, hizo La barra de Dolina (aquí con Stronatti, en 1988) y los micros televisivos de Clemente, entre otras cosas. Bar del infierno fue su última incursión en el medio en 2003. El ciclo duró sólo tres meses en la pantalla de Canal 7.

Cine: Alejandro Dolina también incursionó en el cine. Interpretó a Dios en Las puertitas del Sr. López (1988) y se dio el gusto de actuar junto a Diego Maradona en El día que Maradona conoció a Gardel (1995). También es autor del cortometraje Balada del primer amor (1997), dirigido por Daniel Pensa y Miguel Angel Rocca, y prestó su voz para otros filmes.

Literatura y teatro: Escribió en las revistas Satiricón, Humor y Mengano. En 1988, publicó Crónicas del ángel gris, que vendió 500 mil libros. Otros de sus libros son El libro del fantasma y Bar del infierno. En teatro, hizo el musical Tangos del bar del infierno, entre otros.

Música: Todas las noches, en su ciclo, interpreta al Sordo Gancé, "el pianista estable de la emisora", que toca temas a pedido del público. En 1998, sacó la opereta Lo que me costó el amor de Laura, que fue llevada al teatro. En 2002, entre otras incursiones musicales, editó el álbum doble Radiocine.



Fans de todas las generaciones


Pedro Dardas (23): "Mi tío lo escucha desde hace años. él me contagio el fanatismo por su humor y pensamiento. Y ahora vengo con mi novia, que esta embarazada. Nuestro hijo también será fana del negro".
Alicia Verón (35): "Primera vez que traigo a mi hija. Me gusta la mezcla que hace de humor, literatura, mitos y cuentos".

Lara Zonca (11): "Me encanta la parte humorística. Dolina es muy gracioso".
Jarabe contra el insomnio
Por Camilo Sánchez


Fue el periodista Jorge Novoa quien deslizó, en una redacción de la calle Sarmiento, el dato como una contraseña: Dolina y Castelo, de una a tres de la mañana, por Radio El Mundo. Ese delirio, que después pasó a la medianoche, fue para muchos un jarabe contra el insomnio. A la semana, salía la primera nota del ciclo que ahora es histórico. Se llamaba, entonces, Demasiado tarde para lágrimas y sostenía el aliento que aún perdura: un desafío a los dados con los oyentes, sombras chinescas, un sordo pianista que respondía a los pedidos trasnochados. Dolina estaba perplejo con tanta repercusión. "¿Es cierto que al programa lo escuchan en las borracherías?", preguntó, contento.

Ya famoso, después de un traspié televisivo, aceptó una invitación para una entrevista a una hora incierta para él, las 11 de la mañana. Con Enrique Pinti habló durante horas sobre sobre el humor de los argentinos. Citó a Macedonio Fernández: el humor es sorpresa intelectual. Y explicó, barrial y ameno. "Una pedorreta en una despedida de solteros, con gente entrada en copas, no suma. Ahora, una pedorreta en un velorio...". Dolina llevó adelante el sueño de cualquiera: trabajar nada más que dos horas por día.
No le queda género sin tocar


Televisión: "Mi relación con la TV es pésima", suele decir. Sin embargo, hizo La barra de Dolina (aquí con Stronatti, en 1988) y los micros televisivos de Clemente, entre otras cosas. Bar del infierno fue su última incursión en el medio en 2003. El ciclo duró sólo tres meses en la pantalla de Canal 7.

Cine: Alejandro Dolina también incursionó en el cine. Interpretó a Dios en Las puertitas del Sr. López (1988) y se dio el gusto de actuar junto a Diego Maradona en El día que Maradona conoció a Gardel (1995). También es autor del cortometraje Balada del primer amor (1997), dirigido por Daniel Pensa y Miguel Angel Rocca, y prestó su voz para otros filmes.

Literatura y teatro: Escribió en las revistas Satiricón, Humor y Mengano. En 1988, publicó Crónicas del ángel gris, que vendió 500 mil libros. Otros de sus libros son El libro del fantasma y Bar del infierno. En teatro, hizo el musical Tangos del bar del infierno, entre otros.

Música: Todas las noches, en su ciclo, interpreta al Sordo Gancé, "el pianista estable de la emisora", que toca temas a pedido del público. En 1998, sacó la opereta Lo que me costó el amor de Laura, que fue llevada al teatro. En 2002, entre otras incursiones musicales, editó el álbum doble Radiocine.

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