“Es preferible resistir la tentación de sospecharse genial”
Por Fernando Neira
Por momentos indescifrable. Capaz de combinar elegancia con gustos populares, y, por sobre todas las cosas, un hombre que no improvisa el pensamiento. Bienvenidos al mundo de este verdadero cazador de fábulas.
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Entró a la confitería del hotel pasadas las nueve de la noche, con las manos dentro de los bolsillos de su sobretodo negro, y con un visible gesto de malestar por el frío y la lluvia reinante de la noche porteña. A pesar de este inconveniente climático respondió distendido y amable a todas las inquietudes con su simpleza característica.
Desde hace unos pocos meses Alejandro Dolina decidió cambiar el lugar de emisión de su programa de radio “La venganza será terrible”, que sale al aire de lunes a viernes por Continental (AM 590) a la medianoche.
Abandonó la bodega del mítico café Tortoni para mudarse al amplio auditorio del recuperado hotel Bauen. “Con esta simple variante edilicia estoy colaborando con los trabajadores que mantienen esta inmensa y ampulosa estructura, y que para muchos de ellos es su única fuente de ingreso”. El hotel está ubicado en Callao 360 y consta de 20 pisos con 270 habitaciones y desde hace más de un año una treintena de ex empleados conformaron la cooperativa Buenos Aires Una Empresa Nacional (BAUEN) para afrontar la quiebra y mantener su fuente de trabajo.
Actualmente Dolina está atravesando uno de sus mejores momentos profesionales. Su último libro “Bar del Infierno” fue el más vendido en la Feria del libro, incluso superando al muy publicitado e infelizmente popular “Código Da Vinci” de Dan Brown. Es sabido que el autor de “Crónicas del ángel gris” es un personaje que por su naturaleza convoca multitudes de varias generaciones, será por eso que el día de la presentación oficial en el predio Rural de Palermo más de 4 mil personas se hicieron presentes para escucharlo.
Jorge Luis Borges decía que el infierno y el paraíso le parecían desproporcionados, y que los actos de los hombres no merecían tanto. ¿Qué es lo tan terrible que sucede en tu Bar del infierno? le pregunto. “Es un lugar incesante, un gran laberinto y nuestro destino es extraviarnos en sus encrucijadas. Pero lo peor de todo es, sin dudas, que no se puede salir de él, porque afuera no existe.”
A pesar de que su documento de identidad dice otra cosa, nació el 20 de mayo de 1949 en Morse, un pueblito de la provincia de Buenos Aires. Desde pequeño la muerte le produjo una enorme angustia y aún mantiene ese sentimiento que no ha mermado. “Siento que la muerte es una ofensa cósmica, si yo hubiera hecho el mundo nadie se moriría”, arriesga mientras bebe un sorbo de Coca Cola Ligths.
Cuando Dolina se ríe lo hace fuerte y sin mesura, su rostro devela por si solo las reiteradas operaciones estéticas que se hizo en los últimos tiempos, hasta pareciera que la comisura de los labios fuera a romperse por momentos. Cuentan, incluso, que en el baño de su casa hay tantos cosméticos como en el camarín de una top model.
Mientras aguardaba la llegada del entrevistado en la confitería del hotel un grupo de señoras muy coquetas charlaban en la mesa contigua. Al advertir que iban a escuchar el programa de radio, les pregunté qué era lo que más les atraía de Dolina. Con una revista “Caras” en la mano una de las mujeres de unos 50 años me contestó “su intelecto, su personalidad”. Entonces le repregunté si las operaciones que se hizo fueron innecesarias, “por supuesto, si con la labia que tiene en lo que menos nos fijamos las chicas es en su aspecto físico”, contestó algo efusiva.
Dolina es un confeso peronista de vieja ultranza y cree que dicha característica es la culpable del desprecio que muestran ciertos círculos intelectuales que no toleran su lealtad con la figura del general Juan Perón. “Ojo, yo soy peronista y no justicialista. No estoy pendiente de quién entra o quién sale de las filas del pejotismo. Lo máximo que hice por el partido fue cebar algún que otro mate en una Unidad Básica”, aclara.
A pesar de esta salvedad considera al presidente Néstor Kirchner como “una buena noticia dentro del infierno en el que se vive en el país”. Repentinamente se detiene en el relato y desde la mesa en que estábamos charlando, un tanto alejada del resto, observa con cierta incomodidad, o vergüenza quizás, como el mozo echa por la fuerza a una nena que mendigaba por las mesas de la confitería del hotel recuperado por los trabajadores, mientras que un joven pianista interpretaba una pieza de Chopin.
Se lo pudo ver presente en el acto de lanzamiento de la campaña a senadora de Cristina Fernández de Kirchner, aunque explica que fue “sólo para visitar a algunos viejos amigos que le habían pedido su asistencia”. Califica de valiosa la participación de la primera dama y de Hilda “Chiche” Duhalde en la política actual, aunque no le parece “correcta” la forma tan personalizada que tienen de actuar.
Dolina no se considera un precursor en la forma de hacer radio. “No me parece que haya hecho escuela con mi estilo. Sí es así habría que hacer algo al respecto, para impedirlo claro (risas). Yo no creo, no lo percibo, ni creo que sea bueno tampoco, cada uno debe buscar su camino. Aunque sé que hay algunos elementos que antes no existían en el medio y yo los he puesto de moda, o los he popularizado”. Y concluye, reflexionando: “siempre es preferible resistir la tentación de sospecharse genial”.
Se siente ajeno a la conformación actual del medio radial porque siente que “se editorializa todo el tiempo” y se diferencia del resto explicando que en su programa “intentan ir por un camino relacionado con lo narrativo y lo humildemente artístico o teatral”.
Dolina supo atravesar también momentos malos que amenazaron con eclipsar su carrera. A comienzos de la década pasada sufrió un fuerte desengaño amoroso que se pudo ver reflejado en su exitosísima creación “Lo que me costó el amor de Laura”. “En esa obra me gasté toda la guita que tenía, que no era tanta, tampoco”, cuenta. “Algunos de sus amigos dicen que lo que le costó el amor de Laura fue: dos casas, un auto, una quinta...”, le comento (Risas). “Y está muy bien gastado, ahí es donde lo gastan no sólo los hombres sensibles, sino los hombres tontos como yo, que son una desgracia para sus familias”.
Faltan 20 minutos para que comience el programa y le propongo dar una vuelta a la manzana, para observar como es su conexión con la ciudad y la gente. Sorprendido por la propuesta y, un poco molesto quizás, aceptó la oferta. El panorama de ese día inestable era angustioso, algún que otro cartonero haciendo su trabajo y no mucho más en la típica esquina porteña de las avenidas Callao y Corrientes.
“La ciudad está perdiendo carácter y misterio. Los criterios edilicios de estos tiempos no toman en cuenta en absoluto ni la belleza, ni la historia, ni una cantidad de cosas que deberían considerarse. Uno tiene derecho a la belleza, pero la ciudad se queda sin árboles, sin jardines, sin misterio”, reflexiona con un gesto de resignación frente al paisaje desolador del lluvioso jueves por la noche.
Ya de regreso al auditorio y apremiados por el tiempo, saludó y firmó ejemplares a cuanta persona se le acercó. Derrochando tranquilidad gracias a su experiencia, subió al escenario sin rituales previos para comenzar, al igual que desde hace 20 años, “La venganza será terrible”.
http://babiloniaperiodistica.blogspot.com/2006/01/entrevista-alejandro-dolina-es.html
Por Fernando Neira
Por momentos indescifrable. Capaz de combinar elegancia con gustos populares, y, por sobre todas las cosas, un hombre que no improvisa el pensamiento. Bienvenidos al mundo de este verdadero cazador de fábulas.
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Entró a la confitería del hotel pasadas las nueve de la noche, con las manos dentro de los bolsillos de su sobretodo negro, y con un visible gesto de malestar por el frío y la lluvia reinante de la noche porteña. A pesar de este inconveniente climático respondió distendido y amable a todas las inquietudes con su simpleza característica.
Desde hace unos pocos meses Alejandro Dolina decidió cambiar el lugar de emisión de su programa de radio “La venganza será terrible”, que sale al aire de lunes a viernes por Continental (AM 590) a la medianoche.
Abandonó la bodega del mítico café Tortoni para mudarse al amplio auditorio del recuperado hotel Bauen. “Con esta simple variante edilicia estoy colaborando con los trabajadores que mantienen esta inmensa y ampulosa estructura, y que para muchos de ellos es su única fuente de ingreso”. El hotel está ubicado en Callao 360 y consta de 20 pisos con 270 habitaciones y desde hace más de un año una treintena de ex empleados conformaron la cooperativa Buenos Aires Una Empresa Nacional (BAUEN) para afrontar la quiebra y mantener su fuente de trabajo.
Actualmente Dolina está atravesando uno de sus mejores momentos profesionales. Su último libro “Bar del Infierno” fue el más vendido en la Feria del libro, incluso superando al muy publicitado e infelizmente popular “Código Da Vinci” de Dan Brown. Es sabido que el autor de “Crónicas del ángel gris” es un personaje que por su naturaleza convoca multitudes de varias generaciones, será por eso que el día de la presentación oficial en el predio Rural de Palermo más de 4 mil personas se hicieron presentes para escucharlo.
Jorge Luis Borges decía que el infierno y el paraíso le parecían desproporcionados, y que los actos de los hombres no merecían tanto. ¿Qué es lo tan terrible que sucede en tu Bar del infierno? le pregunto. “Es un lugar incesante, un gran laberinto y nuestro destino es extraviarnos en sus encrucijadas. Pero lo peor de todo es, sin dudas, que no se puede salir de él, porque afuera no existe.”
A pesar de que su documento de identidad dice otra cosa, nació el 20 de mayo de 1949 en Morse, un pueblito de la provincia de Buenos Aires. Desde pequeño la muerte le produjo una enorme angustia y aún mantiene ese sentimiento que no ha mermado. “Siento que la muerte es una ofensa cósmica, si yo hubiera hecho el mundo nadie se moriría”, arriesga mientras bebe un sorbo de Coca Cola Ligths.
Cuando Dolina se ríe lo hace fuerte y sin mesura, su rostro devela por si solo las reiteradas operaciones estéticas que se hizo en los últimos tiempos, hasta pareciera que la comisura de los labios fuera a romperse por momentos. Cuentan, incluso, que en el baño de su casa hay tantos cosméticos como en el camarín de una top model.
Mientras aguardaba la llegada del entrevistado en la confitería del hotel un grupo de señoras muy coquetas charlaban en la mesa contigua. Al advertir que iban a escuchar el programa de radio, les pregunté qué era lo que más les atraía de Dolina. Con una revista “Caras” en la mano una de las mujeres de unos 50 años me contestó “su intelecto, su personalidad”. Entonces le repregunté si las operaciones que se hizo fueron innecesarias, “por supuesto, si con la labia que tiene en lo que menos nos fijamos las chicas es en su aspecto físico”, contestó algo efusiva.
Dolina es un confeso peronista de vieja ultranza y cree que dicha característica es la culpable del desprecio que muestran ciertos círculos intelectuales que no toleran su lealtad con la figura del general Juan Perón. “Ojo, yo soy peronista y no justicialista. No estoy pendiente de quién entra o quién sale de las filas del pejotismo. Lo máximo que hice por el partido fue cebar algún que otro mate en una Unidad Básica”, aclara.
A pesar de esta salvedad considera al presidente Néstor Kirchner como “una buena noticia dentro del infierno en el que se vive en el país”. Repentinamente se detiene en el relato y desde la mesa en que estábamos charlando, un tanto alejada del resto, observa con cierta incomodidad, o vergüenza quizás, como el mozo echa por la fuerza a una nena que mendigaba por las mesas de la confitería del hotel recuperado por los trabajadores, mientras que un joven pianista interpretaba una pieza de Chopin.
Se lo pudo ver presente en el acto de lanzamiento de la campaña a senadora de Cristina Fernández de Kirchner, aunque explica que fue “sólo para visitar a algunos viejos amigos que le habían pedido su asistencia”. Califica de valiosa la participación de la primera dama y de Hilda “Chiche” Duhalde en la política actual, aunque no le parece “correcta” la forma tan personalizada que tienen de actuar.
Dolina no se considera un precursor en la forma de hacer radio. “No me parece que haya hecho escuela con mi estilo. Sí es así habría que hacer algo al respecto, para impedirlo claro (risas). Yo no creo, no lo percibo, ni creo que sea bueno tampoco, cada uno debe buscar su camino. Aunque sé que hay algunos elementos que antes no existían en el medio y yo los he puesto de moda, o los he popularizado”. Y concluye, reflexionando: “siempre es preferible resistir la tentación de sospecharse genial”.
Se siente ajeno a la conformación actual del medio radial porque siente que “se editorializa todo el tiempo” y se diferencia del resto explicando que en su programa “intentan ir por un camino relacionado con lo narrativo y lo humildemente artístico o teatral”.
Dolina supo atravesar también momentos malos que amenazaron con eclipsar su carrera. A comienzos de la década pasada sufrió un fuerte desengaño amoroso que se pudo ver reflejado en su exitosísima creación “Lo que me costó el amor de Laura”. “En esa obra me gasté toda la guita que tenía, que no era tanta, tampoco”, cuenta. “Algunos de sus amigos dicen que lo que le costó el amor de Laura fue: dos casas, un auto, una quinta...”, le comento (Risas). “Y está muy bien gastado, ahí es donde lo gastan no sólo los hombres sensibles, sino los hombres tontos como yo, que son una desgracia para sus familias”.
Faltan 20 minutos para que comience el programa y le propongo dar una vuelta a la manzana, para observar como es su conexión con la ciudad y la gente. Sorprendido por la propuesta y, un poco molesto quizás, aceptó la oferta. El panorama de ese día inestable era angustioso, algún que otro cartonero haciendo su trabajo y no mucho más en la típica esquina porteña de las avenidas Callao y Corrientes.
“La ciudad está perdiendo carácter y misterio. Los criterios edilicios de estos tiempos no toman en cuenta en absoluto ni la belleza, ni la historia, ni una cantidad de cosas que deberían considerarse. Uno tiene derecho a la belleza, pero la ciudad se queda sin árboles, sin jardines, sin misterio”, reflexiona con un gesto de resignación frente al paisaje desolador del lluvioso jueves por la noche.
Ya de regreso al auditorio y apremiados por el tiempo, saludó y firmó ejemplares a cuanta persona se le acercó. Derrochando tranquilidad gracias a su experiencia, subió al escenario sin rituales previos para comenzar, al igual que desde hace 20 años, “La venganza será terrible”.
http://babiloniaperiodistica.blogspot.com/2006/01/entrevista-alejandro-dolina-es.html
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